“Entre el metro y la pantalla: estudiar en la Ciudad de México cuando ya no importa”
- Elian Baron
- 9 oct
- 8 Min. de lectura
En una ciudad tan caótica como la Ciudad de México, estudiar puede volverse un obstáculo más que una oportunidad. ¿Cómo aporta la infraestructura de la ciudad en la deserción escolar?
El desinterés académico está en un constante declive, con una clara falta de motivación para estudiar. ¿Qué factores provocan el desinterés por aprender?
¿Qué están haciendo las autoridades competentes así como las escuelas para retener a sus estudiantes, y que podemos hacer nosotros? Descúbrelo aquí
Cuando uno piensa en el desinterés académico, puede atribuirlo a la pandemia cuando todos los estudiantes dejaron de asistir a la escuela, y el modelo educativo se vio transformado por completo. Sin embargo, el desinterés académico viene en decadencia desde mucho antes, y tiene que ver mucho más con el contexto en el que vivimos en la Ciudad de México que una simple actitud de los jóvenes. ¿Cómo se puede reformar una ciudad para motivar el estudio, y qué soluciones son las actualmente implementadas?
El otro examen: causas y soluciones al desinterés académico en la capital mexicana
En la Ciudad de México, que alberga a más de dos millones de estudiantes de educación básica hasta educación superior, el desinterés escolar se ha convertido en una forma de comportamiento común. La juventud que habita la capital vive al límite con las exigencias económicas, transportes públicos que los asfixian y un sistema educativo que en muchos casos, no logra encontrar el camino, la vía para conectarse con su realidad. Según la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de la Ciudad de México (SECTEI, 2023), el 35 % de los alumnos que cursan la educación media superior en la CDMX manifiestan “falta de motivación para continuar sus estudios”. Una cifra que no deja de ser alarmante si se considera que la capital del país es donde se pueden concentrar mayor cantidad de oportunidades educativas del país.

Universidad Autónoma de México (s.f.)
Pero, ¿por qué estudiar parece dejar de importar en la ciudad con más escuelas y universidades de todo México?
En la Ciudad de México, el estudio ha dejado de ser una garantía de futuro; los jóvenes lo saben. Por ejemplo, muchos estudian una carrera sin una recompensa clara o esperable. De acuerdo con la SECTEI (2023), el 35% de los alumnos de nivel medio superior e institución de educación superior en la ciudad pierden la motivación para ir a la escuela. Las causas son muchas. Una de ellas, la más explícita, es la rutina cansina. Debido a la saturación así como la falta de infraestructura, la ciudad logra que aprendas muy poco. Los jóvenes de la periferia pueden pasar hasta cuatro horas en el transporte público, conviertiéndose en una actividad drenante. Cuando llegan a casa, no hay tiempo para leer libros ni para soñar.
“Los chicos llegan a casa cansados, saturados”, explica José Alberto Méndez, psicólogo educativo de la UNAM.
"No es vagancia; es cansancio físico y emocional"
A esta rutina, hay que añadirle la desconexión entre lo que se estudia y lo que se vive. Los planes de estudio siguen basados en teorías que están alejadas de las realidades de los estudiantes y del mercado laboral.“Te piden aprender cosas que nunca vas a usar. Quiero hacer videoclips y me enseñan la historia del cine como si estuviésemos en 1980”, señala Sofía Jiménez, alumna de la Facultad de Comunicación en Anáhuac Norte.
Hablamos con expertos en nuestro podcast The Debate, sobre el trasfondo de las causas del desinterés académico en la Ciudad de México.
Retomando lo previamente establecido, otro factor que influye en esto es el lastre de la crisis económica. Muchos estudiantes de la capital del país trabajan a partir de los 16 años en colonias como Gustavo A. Madero y Tláhuac, ya que trabajar es la única manera de sustentar a la familia.
Es así como la escuela, lo que debería de ser una oportunidad, se convierte en un obstáculo. El desinterés no necesariamente acaba con la deserción; en la mayoría de los casos es mucho más preocupante lo que no se ve: el silencio en clase, la falta de participación y las miradas al infinito.
La SEP-CDMX (2023) señala que las escuelas de preparatoria pública han disminuido en un 28% la participación en clase y que hay un incremento en reportes de “ausencia emocional” que corresponde a estudiantes que asisten pero no aprenden. Asimismo, en CDMX, la deserción de bachillerato es superior a la media nacional con un porcentaje de 15.1% en el ciclo escolar 2022-2023. (La Jornada, 2025)
El psicólogo Méndez, lo explica así:
"Contamos con aulas repletas de cuerpos presentes y mentes ausentes; y eso es mucho más grave que la deserción”.
La apatía manifiesta tiene consecuencias sociales muy duras. Sin finalidad escolar, los jóvenes terminan en empleos informales, precariedad laboral, falta de sentido de pertenencia, es decir, terminan reproduciendo el círculo: la desigualdad hace surgir el desinterés, y el desinterés vuelve a reproducir la desigualdad.
En esta línea del tiempo, se relata la evolución del desinterés estudiantil en México así como las causas y acciones tomadas al respecto por entidades educativas.
Mal que les pese a unos y otros, hay historias que demuestran que una vez que la escuela puede dejar de ser solo un edificio y convertirse en un espacio vivo, el interés puede renacer.
La Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), por ejemplo, cuenta con que los estudiantes participan en proyectos comunitarios: hacen huertos urbanos, talleres en colonias populares, producen documentales sobre sus barrios, etc.
“Al principio no entendía por qué teníamos que hacer un proyecto en la comunidad” —explica Raúl, estudiante de Ciencias Sociales—: “Pero cuando vi que lo que había aprendido servía para ayudar a otros me cambió la cabeza. Sentí que estudiar tenía sentido”.

Esa conexión entre conocimiento y realidad es clave. El aprendizaje basado en proyectos (ABP) se ha convertido en uno de los métodos más eficaces para recuperar la motivación. La Red de Innovación Educativa (2023), por su parte, sostiene que las escuelas de la CDMX que han aplicado dicha metodología, han reducido el ausentismo en un 25%.
Otra línea de transformación se aunaba a lo emocional. La SECTEI y la SEP comenzaron a impulsar el proyecto Bienestar en las aulas, el cual consiste en brindar apoyo psicológico, llevar a cabo diálogos circulares y talleres de manejo del estrés.
En el CCH Sur, por ejemplo, los alumnos de tercer año participaban en un taller en el que crearon murales que representaban su relación con el estudio. Uno de ellos escribió:
“No me da flojera estudiar, me da miedo fracasar”.
Esa frase resume lo que sienten muchos jóvenes, pero que pocos expresan. La escuela tradicional rara vez escucha esas voces. Cuando lo hace, estudiar deja de ser un deber para transformarse en un instrumento de autoconocimiento.
En el IPN, por su parte, la transformación llegó de la mano con la tecnología. A través del uso de programas de robótica, simuladores y plataformas interactivas, los alumnos aprenden desde la práctica.
La UNAM, por su parte, ha apostado por proyectos transmedia en las facultades de Comunicación y Filosofía. Los alumnos producen pódcast, series web y reportajes digitales que enfocan sus esfuerzos en temáticas como salud mental, desigualdad y cambio climático.
También, existen iniciativas de parte del gobierno que buscan mejorar el sistema educativo para prevenir la deserción y el desinterés académico. La Nueva Escuela Mexicana (NEM) es el actual modelo educativo en México, propuesto por el expresidente Andres Manuel López Obrador, el cuál está diseñado para reorientar el Sistema Educativo Nacional con un enfoque humanista, crítico y comunitario para que el aprendizaje sea uno de inclusión y colaboración.
La capital mexicana es un laboratorio educativo, a pesar de todo el caos que arrastra. Hay espacios en el exterior que fomentan el pensamiento creativo, como los parques, con el contraste de herramientas digitales que también pueden aportar al aprendizaje como las redes sociales.
La educación no está circunscrita solo al aula, ese tipo de institucionalidad; la educación está en la calle, en los colectivos feministas, en los centros culturales, en los proyectos de barrio. El reto no es enseñar más, sino enseñar distinto.
En vez de que la ciudad sea un obstáculo, permitamos que se convierta en parte del aprendizaje. Como recuerda la pedagoga María del Rosario López:“El interés académico se enciende cuando el estudiante entiende que estudiar no es escapar de la realidad que está viviendo, sino transformarla”.
El desinterés académico en la Ciudad de México no es un sinnúmero del desinterés juvenil, sino un grito sordo, el de una juventud que pide sentido, empatía y coherencia.
Conclusión
Cuando la educación se humaniza, el cansancio cediera. Cuando el aprendizaje conecta con la vida, comienza a importar. Quizá la verdadera prueba no es aprobar una materia, sino que los jóvenes de esta ciudad cuya incertidumbre agota, cuya ansiedad les quita la calma y cuya esperanza les da alientos, empiecen a volver a creer que aprender puede cambiar su historia. La Ciudad de México es, en sus ruidos y caos, su continuo vitalismo, tanto la expresión más rica como la ruptura de la escuela nacional porque, en sus avenidas, transitan estudiantes privilegiados y estudiantes que, a pesar de todo, buscan la posibilidad de salir adelante, pero entre las dos colas nos quedamos con una realidad para todos: su fatiga y su pérdida del sentido del aprendizaje.
Lo que sucede en el agotamiento escolar de la capital no es un hecho aislado, ni un simple reflejo de la pereza juvenil. Es la consecuencia de una serie de elementos estructurales: desigualdad, precariedad laboral, desconexión de lo que se enseña en la escuela con lo que se vive en la ciudad que han diluido el sentido del saber. Estudiar para muchos de los jóvenes de la ciudad es ya una rutina vacía: un recorrido obligado a partir de las aulas, al cuál no se le una utilidad o un fin.
Sin embargo, lo que ha dejado claro este reportaje es que el desinterés es reversible. Esto se logra cuando la escuela se abre al diálogo con la ciudad; donde los proyectos se entrelazan con el medio y donde los docentes entienden las emociones de sus estudiantes. Tal vez no es cuestión de actualizar los programas o de digitalizar las aulas, sino de experiencias de conexión.
Los ejemplos de la UACM, los talleres socioemocionales del CCH, los laboratorios creativos del IPN o los proyectos transmedia en la UNAM son prueba de que el interés académico puede reconfigurarse cuando el centro escolar se atreve a escuchar. Ahí, los estudiantes no son más receptores pasivos, sino que ocupan un rol activo en su propio proceso educativo. Ellos comprenden que el saber no se encuentra limitado en cuatro paredes, sino que vive en la calle, en la familia, en los problemas cotidianos que le son más cercanos.
Recuperar el significado de estudiar en la Ciudad de México también implica repensar la política educativa. Las estrategias tienen que ir más allá de si se aumenta la cobertura o se reparten becas. Tienen que ir hacia la garantía de condiciones reales para aprender, lo que significa transporte digno, alimentación digna, atención emocional, espacios seguros, y profesores capacitados para el acompañamiento humano. Sin ello, cualquier anuncio de reformas no será más que otra promesa.
Porque, aunque muchos crean que estudiar ya no importa, siempre habrá quienes, entre el metro y la pantalla, sigan creyendo que aprender es la única manera de no rendirse ante el caos.
FUENTES
Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2023 [Comunicado de prensa núm. 372/24]. INEGI. https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2024/ENDUTIH/ENDUTIH_23.pdf
Expansión. (2025, 8 de agosto). Juventud mexicana: entre estudiar o trabajar. Expansión México. https://expansion.mx/economia
Gago-Galvagno, L. G., & Robles-Estrada, E. (2024). El uso de pantallas y su impacto en la motivación académica en adolescentes mexicanos. Aitana – Revista Latinoamericana de Educación y Psicología, 10(2), 45–63.
Hernández, J. (2022). Desinterés académico y desmotivación estudiantil: una lectura desde la educación pública mexicana. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 27(95), 102–125.
Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE). (2023). Estudio nacional sobre jóvenes, empleo y educación. IMJUVE. https://www.imjuventud.gob.mx
López, M. del R. (2023). Educación emocional como herramienta para el aprendizaje significativo. Perfiles Educativos (UNAM), 45(181), 89–111. https://www.iisue.unam.mx/perfiles
Organización Internacional del Trabajo (OIT). (2023). Panorama laboral de América Latina y el Caribe. OIT. https://www.ilo.org
Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México (SECTEI). (2023). Diagnóstico del interés académico en jóvenes de la Ciudad de México. Gobierno de la CDMX. https://sectei.cdmx.gob.mx
Secretaría de Educación Pública (SEP). (2023). Panorama educativo de México 2023. SEP. https://www.gob.mx/sep
SEP Sala de Maestras y Maestros. (2024, 15 julio). Videocápsula. ¿Qué es la Nueva Escuela Mexicana? [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=ZgvoQQ-XV6k
UNESCO. (2022). La educación pospandemia en América Latina: resiliencia, innovación y desafíos. UNESCO. https://unesdoc.unesco.org
Universidad Iberoamericana. (2024, 15 de mayo). Desertan de educación media superior 430 mil jóvenes en ciclo escolar 2023–2024. IBERO Prensa. https://ibero.mx/prensa























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